sábado, 16 de mayo de 2020

NARANJA DULCE, LIMON PARTIDO.

Antes las historias comenzaban con “Había una vez”. Ahora las historias comienzan con “ Día número X de la cuarentena”. Esta por ejemplo comienza en el día 60 de la cuarentena italiana. Me encuentro literalmente escondida en el baño con todo listo para hacerme un pedicure, antes de que alguno de mis pequeños co-inquilinos grite - Mamááá!

Mientras consiento mis pies, hablo con mi primo Pablo para felicitarlo por una entrevista que le hicieron hace poco. Él es un artista de Medellín conocido como Tucuprá, que actualmente vive en Madrid y utiliza un método en sus creaciones musicales llamado sinestesia. Es decir, a través de experiencias sensoriales crea sus melodías. La persona que lo entrevista desde Los Ángeles (USA) le pone como ejemplo al público virtual, el limón. Ella afirma que siendo el limón un fruto que hace pensar en algo amargo y ácido, sus notas no deben ser dominantes. 

A mí me da pena y todo, pero voy a contradecir a la entrevistadora, que de seguro sabe mucho más de arte que yo, pero el limón no es ni ácido ni amargo. El limón tiene el sabor infantil de las rondas con las que los niños de mi generación jugamos felices cantando y girando cogidos de las manos. Una de mis rondas preferidas, porque me la cantaba mi abuelita, dice “naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido”.

Mis compatriotas saben que en Colombia parte de la experiencia educativa incluye al señor que vende mangos a la salida de la escuela y que grita con una entonación particular 
- Mango viche, viche mangooo!

Entonces los estudiantes conservan algunos pesos para comprar mango verde con sal y limón. Mientras más viche sea el mango y más condimentado esté, pues más guapo es uno. Porque la sal y el limón juntos saben de coraje y le dan carácter al mango verde, que sin ellos sería un simple fruto inmaduro.

Dejo la escuela atrás. En una esquina de La Habana encuentro mi primer mojito. Una combinación perfecta de menta y limón bañados en blanco ron. Unas hojas de menta  y un limón pequeño, redondo, jugoso y verde. Dos ingredientes que se equilibran y se enriquecen el uno con el otro.

Durante mi estadía en La Habana, veo cine al desayuno al almuerzo y a la comida. Luego, bajo el cielo estrellado me reúno en esa esquina con amigos de Centro y Sur América para tomarnos un mojito y hablar de nuestro film favorito del día, de la situación social de nuestra amada América y del continente que soñamos. Porque a 20 años cada limón sabe de juventud, de sueños, de ganas, de orgullo, de amigos, de fantasía, de cine, de esquina.

En este mismo viaje pero en otra esquina, comienza mi aventura italiana. Yo me convierto en menta y él en limón. Nos damos la mano y confiamos el uno en el otro. Con los ojos cerrados saltamos hacia el viejo continente. Desde entonces puedo decir que el amor sabe a limón.

Entonces, finalmente adulta descubro que los limones pueden cambiar de forma, dimensión y color. Aquí por ejemplo son vistosos y amarillos como la gente del sur de Italia. Y es precisamente en el sur donde  todos tienen un olivo y un limón plantado en el propio jardín como símbolo de prosperidad y de identidad. Ambos frutos hacen parte de las raíces ancestrales de la gastronomía, de las relaciones sociales, de las historias que cuentan la belleza del campo, de la vieja vida en vecindad donde pan, dulces, frutas y verduras se compartían con los vecinos.

Los limones han memorizado las canciones de amor que las mujeres cantaban con sus vecinas mientras lavaban las ropas, desgranaban las legumbres y seleccionaban el trigo. También han guardado los secretos de conquista de los hombres dentro a una botella de limoncello (licor de limón). Además, ha tenido la tarea especial de perfumar los dulces y las tortas que acompañan a las familias en los días de fiesta. 

Por eso si pienso al árbol genealógico de mis hijos, lo visualizo con mangos, aguacates, bananos, café, moras, cerezas, duraznos, fresas, olivas y por supuesto con tanto limón. Pues el limón tiene el sabor del pasado, de lo vivido, del recuerdo, de la raíz, de la esencia.

Pero de todos los sabores que tiene este cítrico, el que más me gusta es el de la sonrisa de mis hijos mientras se comen un helado de limón.


Hannalucida
Mayo 2020