lunes, 23 de febrero de 2015

EL BUS

 Adictos a la Escritura. Ejercicio de Febrero.

EL BUS

“La alegría invade todo mi ser y sale como mariposas volando por mi boca”


Què es todo este desorden? Tambores, platillos, trompetas, clarinetes…

Escucho los fuertes pasos de los músicos que marchan y el sonido del aire cortado por las banderas cuando las tiran en alto. Retengo la respiración con la esperanza de parar la música. Me quedo donde estoy lo màs quieta posible. Alargo el cuello para tomar aire a través de la ventana del autobus.

Miro por el rabo del ojo si los demás pasajeros se han dado cuenta del desorden que se ha generado en mi corazón. Al parecer cada uno està ocupado en lo suyo. La señora con el vestido morado trata de calmar al bebè que lleva en brazos. Hay una abuela con dos niños caprichosos que pelean por el puesto junto a la ventanilla. El señor con la corbata habla por teléfono con su jefe sobre los clientes que ha apenas visitado. Los estudiantes ocupan la banca de atrás.

Miro de nuevo hacia el frente y en el espejo retrovisor del conductor me encuentro con la mirada fija y penetrante de aquel joven que tanto me gusta. Ooops, me gusta? No es posible, ni siquiera sè su nombre. A la banda de guerra de mi corazón se une un grupo de payasos que cantan con voz burlona:

-Julia està enamorada, le ro - le ro, Julia està enamorada!!!

Me seco las manos sudadas en el pantalón y hago un respiro lento, casi imperceptible a ver si los payasos le bajan al tono. Él no quita la mirada y yo tampoco. Yo estoy roja y sudada, èl està sereno.  Hace unas semanas fuì a la librería del centro de la ciudad para comprar un recetario de comida thai.

Quienes me conocen saben cuánto me divierte cocinar. A mis espaldas està la sección de los libros de viajes.  Él entreve una de esas guías prácticas que incluyen diccionario y algún consejo útil sobre donde comer o que visitar.

Tiene sandalias y shorts. Yo le miro las piernas y las nalgas. Que lindas nalgas tiene! La camiseta tiene estampada una imagen de Calvin & Hobbes. Leo mentalmente lo que dice Calvin en la viñeta y rìo dentro de mi. 

Me acerco lentamente en punto de pies, para mirar a cuàl fantàstico lugar del mundo lo llevarà la guìa. Cuando estoy a un paso de èl, embobada observando su hermoso perfil, se me escapa un pedo. 

La mirada en el retrovisor cambia, se ilumina y se apaga como si se preguntara y se respondiera a sì mismo quièn soy yo. Mis ojos sentados tres asientos màs atrás le dicen con una cierta pena:

-Hola, soy Julia, la pedorra de la librería que salió corriendo sin decir ni mu!

Mi alma espera que sus ojos me digan con tono científico que dejar salir los gases es saludable; o que el rededor de sus ojos se coloree como los de mis payasos y con simpatía diga que un pedo trae siempre alegría; o que al menos con un mínimo de humanismo y serenidad  me abrace con su mirada y me diga que ahora que conoce mi peor parte, puede amarme y aceptarme así como soy, que està dispuesto a convivir con los aires que en mi cuerpo entran y sobre todo con los que de mi cuerpo salen.

Suena un timbre, el bus para. La señora con el bebè debe bajarse, pero entre pañalera, cartera, bebè y osito de peluche se vuelve una tarea difícil. El desconocido que me gusta le da una mano para ayudarla a pararse y le sostiene la pañalera mientras la señora mete al bebè en el cargador y el oso en la cartera.

Luego regresa a su puesto. En el espejo retrovisor encuentra mi sonrisa que le da las gracias por su caballerosidad. No es de todos ayudar a los demás. Sus ojos me hacen un guiño. Yo sonrío de nuevo. Sus ojos me hacen otro guiño y yo voy en dirección al cielo con “La Primavera de Vivaldi” sonando como fondo musical. 

Entonces al guiño se une un movimiento de cabeza de derecha a izquierda que me invita a sentarme a su lado. Aunque el bus va en curva, yo me paro sin pensarlo dos veces y con un grande entusiasmo me apuro a alcanzar su puesto. Al improviso un pájaro atraviesa la calle sin preocuparse por el trafico. Pero el trafico si se preocupa por èl, frenando en seco el conductor evita atropellarlo.

Con la frenada, mi tobillo se gira y yo caigo sentada sobre las piernas del hombre que me gusta.  Él trata de empujarme hacia arriba para que deje de estriparlo. Le pido disculpas y gagueando trato de explicarle que no puedo apoyar mi pie, que mi tobillo està lastimado. Sus ojos me hacen un guiño y luego otro. Al tercer guiño se une un movimiento de cabeza de derecha a izquierda.

Como dice mi compañera de apartamento: “virgen del agàrradero, agàrrame a mi primero!”

Este tipo no me està coqueteando, no me ha invitado a sentarme a su lado, no es la suya una mirada còmplice. Simplemente tiene un tic nervioso que se agudiza con mis grandes nalgas apoyadas en sus piernas.

Quiero morir de la risa por mi torpeza, por mi enpeliculada, por que nadie como yo se se sabe meter donde no la han llamado, pero sobre todo, porque los payasos que me habitan tienen una risa contagiosa.

Estoy feliz. La alegría invade todo mi ser y sale como mariposas volando por mi boca. Estoy feliz de descubrir que en este mundo hay espacio para un amor asi de imperfecto como el mio. Pero que digo? No es solo mio, es nuestro amor imperfecto. 

Suspiro. En la tarjeta de invitación a nuestro matrimonio podemos poner con esa letra elegante e ilegible: 

“El señor Tic y la señora Pedo
los invitan a su matrimonio.”

Seguro nadie en la ciudad se querrá perder las nupcias de estos dos personajes. Serà el evento del año. Ademàs, con la banda de guerra  y los payasos de mi corazón la música y la diversión están aseguradas.

El conductor verifica que no ha pisado el pichón. Luego se disculpa con nosotros. Quiere saber si estamos bien. El hombre estripado por mis grandes nalgas le guiñe el ojo y yo lo hago también.

Ambos nos miramos y reimos.

Su cabeza se mueve de nuevo de derecha a izquierda. Yo la tengo entre mis manos y sin esperar el próximo guiño, lo beso.

Esta vez, los payasos entonan junto a la banda de guerra un “Ave Maria” como marcha nupcial.

Hanna Lucida

2015

sábado, 21 de febrero de 2015

TANTAS FORMAS DE COMPARTIR


COMPARTIR ES AMISTAD

Es nuestro primer día en la casa de campo. A decir la verdad, es la primera vez en la vida que mi hija de casi dos años pasa sus vacaciones en una casa de campo. Nuestros vecinos son una familia campesina de Colombia, compuesta por madre, padre y cuatro hijos. Esta hermosa familia la conozco desde hace muchos años, pero ellos hoy por primera vez ven a nuestra hija.

La más pequeña de los cuatro hermanos se acerca despacio, delicadamente y con dulzura a mi hija, la toma por la mano y la acompaña hasta el corredor que bordea la casa. Allí tiene en fila a todas sus muñecas, listas para jugar y darle la bienvenida. 

En el juego que se inventan no existe un “es mio”, lo único importante para ellas es reír y divertirse. No importa que una sea más grande y la otra más pequeña, ellas encontraron la medida justa de los juegos en los que pueden participar las dos. Al caer la noche, las muñecas duermen con nosotros. 

Amanece y las niñas se inventan nuevos juegos. Mi hija siente que ha encontrado una verdadera amiga que acepta y entiende los caprichos de su edad; que le enseña a hacer esas cosas que aun no sabe como montar a caballo, pasar de lado sobre el tronco que hace de puente en el camino que lleva a la casa  de los vecinos o recoger frambuesas sin chuzar sus dedos;  pero sobre todo, que la contagia con su sonrisa y su buena disposición.

Después de mucho jugar, llega el día de la despedida. Estamos en la habitación terminando de empacar. La nueva amiga de mi hija toca a la puerta. La hago pasar, para que se saluden. Ella, en un modo natural y dulce, le regala una de sus muñecas a mi hija, como quien te deja un recuerdo. 

A la muñeca mi hija la llama Danielita, en honor a esa amiga campesina, humilde y generosa que no sabe cuando volverá a ver, pero a la cual seguramente llevará siempre en su corazón.


COMPARTIR ES SOLIDARIDAD

Estamos haciendo la fila fuera de la oficina de la Prefettura que se encarga de las peticiones de ciudadanía. Delante a nosotros otras tres familias mixtas, todas con niños pequeños. La familia ítalo rusa, trata de calmar el hambre del bebé recién nacido. La familia ítalo africana intenta hacer entrar el coche doble de los gemelos por la estrecha puerta de la oficina, mientras las dos niñas mas grandes saludan sonrientes a la señora sentada en el escritorio de la derecha. La familia ítalo marroquina intenta tranquilizar a la niña de dos años que llora y quiere escapar de ese lugar, pues al ver tantos niños en fila, piensa que esta donde el pediatra. 

La familia ítalo colombiana somos nosotros. Visto que es un lindo día de sol, nuestra hija decide traer de paseo a Lili, una perrita de peluche que ella adora. La niña marroquina continua a llorar, los papás no saben como tranquilizarla y van perdiendo la paciencia. Nuestra hija entre asustada y conmovida, hace algo genial: se acerca a la niña marroquina y le entrega a Lili. Santo remedio, se tranquiliza. Solo la sabiduría infantil entiende cuánto  puede ser reconfortante el abrazo de un amigo peluche.q


COMPARTIR ES ALIMENTARSE

A mi hija de dos años le gusta ayudar a poner la mesa y presta mucha atención a que todos tengamos lo mismo y que no le falte nada a ninguno. también le gusta participar en la preparación de los alimentos. Cuando dicha preparación no implica peligros como agua hirviendo, la dejo ayudar. Nuestra última receta, una torta. Ella mete uno por uno todos los ingredientes en una coca y los va mezclando mano a mano con una cuchara de palo. Luego me dice: “mamà, ahora te toca a ti”, y entonces con la batidora le doy el toque final a la mezcla.

Una noche, a eso de las nueve, veo que con grande esfuerzo se sube en una de las sillas del comedor y busca con la mirada algo en la frutera. 

Yo: Que quieres?
Ella: Un limón, me sirve un limón.
Yo: Toma éste
Ella: No, ese grande no, uno pequeñito.

En Europa los limones son grandes, ovalados y amarillos. Los verdes, redondos y pequeños como los colombianos, aquí los llaman lime. Elijo otro mas pequeño.

Yo: Este?
Ella: No, ese pequeño no, uno pequeñito.

Hace una pausa reflexiva, tratando de entender por qué no la entiendo. De repente cae en cuenta de haberme pedido la fruta equivocada.

Ella: Mamá, lo que yo quiero es una mandarina fresca y deliciosa.

Se la doy y para mi sorpresa se la mete toda cuanta en la boca. No casco por casco, sino entera:

Ella: mmm, delicious! 

Se la chupa con ganas, se la saborea y cuando la mandarina está caliente y deshidratada la toma en sus manos y con sus ojitos llenos de amor, me la ofrece:

Ella: Ahora te toca a ti. Dale prueba. Estoy compartiendo contigo.


COMPARTIR ES CONOCER

Pese a la lluvia y al frío que acompaña ésta semana, mi esposo se levanta temprano todos los días para darle una mano a unos amigos que se están trasteando. Cuando nuestra hija abre los ojos, lo primero que hace es preguntar por el papá.

Ella: dónde está mi papá?” 
Yo: Esta trabajando.
Ella: Dónde está trabajando mi papá?
Yo: En la casa de Adelmo.
Ella: Ah, como el mio amigo, igual!

En realidad el amigo de mi hija es Elmo, el muñeco rojo de Plaza Sésamo y no Adelmo, pero a ella le hace gracia la similitud de ambos nombres y es feliz imaginando que ambos personajes son iguales. El caso es, que después de la semana de lluvia, el domingo llega con una hermosa mañana de sol y nuestra hija nos despierta con un millón de “por qué?” 

Ella: Por que? Por que mi papá está en la casa?
El: Hoy no voy a trabajar.
Ella: Por que no vas a trabajar, papá?
El: Porque quiero estar con ustedes.
Yo: Vamos todos a desayunar!
Ella: por qué debemos desayunar?
El: Para crecer grandes.
Ella: tengo hambre mamá. Por que tengo hambre mamá?
Yo: Porque es hora de desayunar. pero primero te pongo las medias.
Ella: Por que me debo poner las medias?
Yo: Para que puedas caminar sin congelarte los pies.
Ella: Por qué me congelo los pies?
Yo: Porque el piso esta frío.
Ella: Por qué el piso está frío?
Yo: Porque es invierno y durante el invierno el piso es frío

Cuando tenia 18 meses, la pregunta con la cual nos bombardeaba todo el día era “ e poi?”, es decir, “y después?”

Yo: Vamos a bañarnos.
Ella. e poi?
Yo: Nos secamos.
Ella: E poi?
Nos vestimos.
Ella: E poi?

Y así hasta el infinito. A la pregunta de “ y después?”, se unieron otras como: quién es? cómo se llama? qué hace? donde va? dónde vamos? Los 18 meses, además de despertar su curiosidad, también vinieron con un paso adelante hacia su independencia, pues comenzó a avisarnos cuando necesitaba hacer pipí y popó con un grito contundente: “Mamààà, inodorooooo!!!”. Entonces comenzaron las carreras al baño y el proceso de hacer amistad con la taza.

En el baño tengo un cuadro que hice con algunas postales que me gustan mucho. En uno de los corre corre al inodoro, ella se detiene a mirar el cuadro y señalando con su mano la postal que está en la esquina superior, me dice:

Ella: Quien es ese señor?
Yo: Es Don Quijote de la Mancha
Ella: Qué está haciendo?
Yo: Montando en su caballo.
Ella: Como se llama el caballo?
Yo: El caballo de Don Quijote se llama Rocinante.
Ella: Quién es el otro señor?
Yo: Es un amigo del Quijote.
Ella: Como se llama?
Yo: Sancho Panza. Mira, Sancho Panza esta montando en su burro.
Ella: Me cuentas la historia de Don Quijote de la Mancha?
Yo: Había una vez…

A partir de éste día, Don Quijote y Sancho entraron a hacer parte de sus personajes favoritos. Todos los días me pide que le cuente la historia del hidalgo. Con el tiempo, la obra de Miguel de Cervantes Saavedra a sufrido algunas modificaciones, pues  por petición de mi hija, Don Quijote viene acompañado en sus aventuras por su caballo Rocinante; Sancho y su burro; Dulcinea y su perro Confite; Dora la exploradora, Boots y Peppa Pig; y claro está, mi hija y su gato Mao.  Pero es ella el personaje central de la historia, la amiga de todos, la que al final les prepara un café perfumado y delicioso.

Ayer mi hija, que ya tiene dos años, en vez de pedirme que le cuente las aventuras del Quijote, decide ser ella la narradora:

Ella: Mamá, te voy a contar una historia.
Yo: Que rico! Cuéntame la historia.
Ella: Había una vez un señor que se llama Don Quijote de la Mancha. Don Quijote de la Mancha tiene una amiga que se llama Dulcinea de la Mancha. Don Quijote de la Mancha tiene un amigo que se llama Sancho Panza. Don Quijote de la Mancha y sus amigos un día se van de paseo en el caballo y en el burro.

Entonces comienza a cabalgar en su caballo imaginario por toda la casa.

Hoy el viento deja caer algunos copos de nieve en nuestro balcón. El aire no es frío, sino helado o mas bien, congelado. Intento  ponerle un chaleco de lana a mi hija para tenerla caliente. Por lo visto su temperatura corporal es distinta de la mía, pues se quita el chaleco y furiosa lo tira en el piso. Sin gritar, pero con voz firme la regaño. Ella aun disgustada y con una cierta altanería se defiende.

Yo: Las cosas no se tiran al piso, así se dañan.
Ella: Mamá, te voy a contar una historia. Había una vez un señor que se llama Don Quijote de la Mancha. A don Quijote de la Mancha le gusta tirar las cosas al piso. Don Quijote de la Mancha siempre tira todo al piso!

Ilustre Cervantes, no sé si usted apruebe todas las variantes de la historia. Sin embargo, espero que lo haga feliz saber que mi hija a modo suyo le ha dado nueva vida a una obra que hace parte de su herencia cultural y que para mi ha estado un gusto compartir con ella esos momentos literarios. Veremos qué pasa cuando lleguemos a los Cien Años de Soledad del grande García Marquez, a lo mejor los convierte en “Mil Años de Compañìa”. 

Hanna Lucida

2015