"Dedicado a mis hijos, deseándoles que vivan en un mundo mejor. Y a mis papás, dos héroes invisibles que arriesgaron la vida con la convicción de que ese mundo mejor es posible".
Durante las Olimpiadas de Río, parece que es tiempo de paz entre los pueblos, tiempo de orgullo patrio, tiempo de festejar la grandeza de los atletas que nos representan, tiempo de unión de todas las naciones, tiempo sin fronteras ni físicas ni ideológicas. Mi hija sigue con pasión la participación de sus tres patrias: Italia, Colombia y Nueva Zelanda.Cada victoria la vive como una victoria personal y quiere fiesta con tanto de torta.
Una vez terminadas las olimpiadas, la vida mundial vuelve a la normalidad, hasta que una mañana en dos de las patrias de mi hija, sucede algo extra ordinario. De un lado la tierra tiembla con furia y destruye parte del centro de Italia. En la televisión hacen un elenco de las ayudas urgentes necesarias, entre ellas pañales, ropas, comida no perecedera. Le pregunto a Juanita si está de acuerdo con regalarle a los niños damnificados del terremoto las ropas que a ella le quedan pequeñas. Así sepa la respuesta, le pido el permiso, porque para ella una de las normas de convivencia mas importante dentro y fuera de la casa es “pedir permiso antes de coger algo que no es nuestro”.
Ella con una sonrisa me dice que si y me ayuda a seleccionar y organizar en una caja ropa en buen estado para donarla a través de la Protección Civil. Pero como a sus 3 años está llena de inquietudes, al improviso se pone pensativa y deja de sonreír.
Juanita - Mamá, pero si esos niños con el terremoto han perdido todo, con qué cosa van a jugar?
Entonces la grandeza de su corazón le ilumina los ojos y aparece de nuevo dibujada en su cara esa hermosa sonrisa que la caracteriza.
Juanita - Ya sé, tengo una idea! Por que no compartimos mis juguetes con esos niños a los que se les cayó la casa?
Yo - Es una óptima idea!
Mientras le explica al hermano de 7 meses que él también debe compartir sus cosas, corre a coger sus juguetes preferidos. Miren aquí la belleza del gesto, porque una cosa es compartir un juguete cualquiera, ese que no uso o que ya no me gusta o al que se le acabaron las baterías; y otra cosa es elegir el juguete que mas te gusta y darlo a alguien que ni conoce por la simple razón de hacerlo feliz.
Ella peina y le lava los dientes al señor Dinosaurio, al Pato y a la cachorra Lili. A ésta última le pone una cinta, por que “debe quedar tan bonita como una esposa”. Luego me pide una caja grande y un moño para poder meter dentro el regalo.
llena de orgullo le sonrío y le prometo que en la tarde le traeré la caja. Entonces ella sin perder tiempo me pregunta en qué dirección están los pueblos en los que se cayeron todas las casas. Con la mano le señalo la derecha y le digo “hacia Roma”, pues desde mi balcón tengo Nápoles a la izquierda y Roma la derecha. Entonces Juanita coge algunas hojas y en ellas dibuja cajas de regalo y moños y me pide que los recorte. Una vez recortados, sale al balcón y los va tirando uno a uno en la dirección indicada.
Juanita - Mamá, así el viento le lleva todos estos regalos a los niños a los que se les cayó la casa y quedaron sin nada, y ellos van a estar muy contentos!
Entonces pienso en la importancia de los actos simbólicos, en su poder sanador. Pienso en mi amigo el poeta y en los demás colaboradores del Festival Internacional de Poesía de Medellín, que en sus origines con la excusa de los recitales, le fue devolviendo a la ciudad sus plazas publicas y a los ciudadanos el poder disfrutarlas, incluso en los sitios donde legal o ilegalmente regia el toque de queda. Estamos hablando de la época del narcotráfico y las bombas.
Pienso en los conciertos que el cantante Juanes organizó con sus amigos en Colombia, Cuba y Venezuela en nombre de la paz y la hermandad de los pueblos. Entonces caigo en cuenta que se trata de la palabra cantada, recitada o en el caso de mi hija, en la palabra dibujada que se traduce en amor. Es como si la palabra pudiera ser sanadora y salvadora.
Es precisamente la palabra hablada y escrita la protagonista del otro hecho extra ordinario de esa mañana en la que tembló la tierra. En la otra patria de Juanita, después de más de 50 años de guerra, finalmente gobierno y guerrilla no sólo han dialogado, sino que han firmado un histórico acuerdo de paz. Dicho acuerdo debe ser convalidado por los colombianos a través del referendo que votaremos el 2 de octubre.
Algunos están en desacuerdo con este proceso de paz por razones respetables pero no compartidas por quien hoy les escribe. Sin embargo no entrare en el detalle de los argumentos. Otros (incluyendo la mayoría de víctimas de la guerra) en cambio lo apoyamos, convencidos o al menos convencida yo, de que 50 años de bala no han servido a nada. Además me ha enseñado mi hija con su gran corazón y su inmensa sabiduría a solucionar los problemas en el siguiente modo: “primero hay que pedir perdón y después hay que pedir permiso”.
Para mi éste es el único camino para que Colombia salga adelante, pedirnos perdón por los errores cometidos y pedirnos permiso para escribir una nueva historia. Y visto que confío en un mejor futuro para mis hijos y para los demás hijos de la gran Colombia yo daré mi SI en las urnas. Esto me implica viajar en tren a Roma, sola con Juanita que tiene 3 años y Miguel que tiene 7. Por este motivo (el viaje a Roma a votar) y por que pienso que es importante que mis hijos conozcan la historia de lo que ha pasado en sus patrias, ambas hermosas y paradisiacas, pero marcadas por capítulos dolorosos, es que decido contarles esta historia a mis chiquitines:
“Había una vez un país llamado Colombia. En este país habían unos campesinos que estaban tristes por que no tenían tierra para cultivar las papas, las cebollas, las…”
Juanita - las zanahorias.
“…las zanahorias, los aguacates. Estos campesinos comenzaron a protestar para que les dieran algo de tierra. Pero cuando llegaron las personas que gobernaban Colombia, como el presidente o los alcaldes, no escucharon ni hablaron, sino que se pusieron a gritar. Entonces los campesinos se enojaron y también se pusieron a gritar y no se escuchaban para encontrar juntos una solución. Luego llegaron los policías y tampoco hablaron ni escucharon, sino que gritaron. Después llegaron unos señores importantes que tienen fabricas donde trasforman las papas en puré, las cebollas en sopa de cebolla, las zanahorias en torta…
…pero estos señores también se pusieron a gritar. Todo el que llegaba en vez de hablar y escuchar se ponía a gritar, entonces todos gritaban, los campesinos,los policías, los gobernantes, pero como no se escuchaban no podían encontrar una solución, sino que cada vez se enojaban más y hasta comenzaron a pegarse puños. Y pelearon durante 50 años. 50 años es mucho tiempo!”
Juanita mira hacia arriba tratando de imaginar cuantos años son 50. Luego vuelve la mirada hacia mi y me dice “mejor contemos hasta ocho”.
“Entonces estas personas pelearon durante 8 años, gritando y pegándose. Hasta que un día pasó algo maravilloso. estas personas decidieron sentarse a conversar a ver si juntas encontraban una solución. Los policías prepararon unos buñuelos, los presidentes y alcaldes prepararon unas empanadas, los campesinos prepararon unas arenas con mantequilla y quesito y los señores de las fabricas prepararon el café y todos compartieron con todos y se sentaron a comer a tomar café y a conversar hasta encontrar una solución.
Los del gobierno preguntaron que por qué era que habían comenzado esta pelea y los campesinos les explicaron que era por que ellos no tenían tierra para cultivar. Entonces todos comenzaron a tener ideas para solucionar el problema. Primero se pidieron perdón y luego decidieron darle un cuadrado de tierra a cada campesino. Pero todos se tenían que comprometer a algo. Los campesinos a cultivar las tierra con las papas, las cebollas, las zanahorias. Los policías y los gobernantes a cuidar y ayudar a todas las personas y no volverles a gritar ni a pegar. Los de las fabricas a comprar las papas de los campesinos para convertirlas en puré y las cebollas en sopa. y así todos iban a ayudar a todos.
Pero por si a alguien se le olvidaba a lo que se comprometió, decidieron escribirlo. Entonces si por ejemplo a un campesino se le olvida a que se comprometió, puede leer y recordarse que su compromiso es sembrar papas. O si se le olvida a un policía, puede leer y recordarse que su compromiso es cuidar a las personas. Y todos firmaron eso que escribieron. Saben cómo se llama ese compromiso que escribieron?”
Juanita intrigada responde que no.
“Este acuerdo que escribieron se llama El Acuerdo de Paz”
Juanita y Miguel sonríen.
“Pero para que este acuerdo de paz sea valido, los colombianos debemos ir a votar. Votar es una cajita de cartón con un hueco. En un pedazo de papel escribimos si o no y lo metemos en la cajita. Para poder votar Miguel, Juanita y la mamá vamos a ir a Roma en tren.”
Juanita- Cómo se llama el tren en el que vanos a ir a Roma?
Yo le digo que vamos a ir en el tren Tomas, que es un dibujo animado, que hace parte de otra historia que con mi hija nos inventamos y cuenta su primer viaje en Colombia
Juanita - Miguel, has sentido, vamos a ir a Roma en el tren Tomas!
Miguel sonríe.
“Cada persona que va a votar puede escribir Sí, si está de acuerdo con la paz o No si piensa que es otra la solución del problema. Yo voy a escribir en mi papel si”
Juanita se para de un brinco emocionada y con sus ojos llenos de brillo me dice:
Juanita - Y yo escribo un SI gigante al lado del tuyo para que se haga la paz. Y tu Miguel, cuando crezcas otro poquito también vas a poder escribir Si. Y el papá cuando regrese del trabajo también debe escribir SI.
Ojalá nosotros y las generaciones futuras le apostemos a un Si de inclusión, de respeto, de dialogo, de construcción colectiva, de paz. Un SI donde la sabiduría y el corazón de los niños vengan escuchados.
Hannalucida
Septiembre 10 de 2016
Septiembre 10 de 2016
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